Las palmeras son esbeltas, casi infinitas y parecen los árboles más frágiles, pero ahí siguen, intactas.

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No es casualidad. La evolución las ha diseñado para aguantar tormentas tropicales y huracanes. En medio de una destrucción generalizada, las palmeras resisten imbatibles.

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Sólo necesitan luz del sol y alimentarse. La forma con la que se desarrollan es muy elegante.

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No buscan una mayor rigidez para contrarrestar fuertes vientos, sino que absorben la energía a través de la elasticidad.

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Y crecen constantemente.

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